En 1895, el colono alemán Hermann Eberhard visitó la caverna más grande del Cerro Benítez y encontró en ella la piel de un animal desconocido en excelente estado de conservación. Más tarde sería identificado como un milodón, mamífero herbívoro de grandes dimensiones que volvía a ser protagonista del lugar tras 10.000 años de su extinción.

El hallazgo de esta piel despertó interés entre científicos y curiosos, especialmente porque algunos estudiosos plantearon que el milodón todavía estaba vivo en la Patagonia.

Desde entonces, las cuevas, aleros y rocas que forman este Monumento Natural han sido objetivo de estudio por científicos de distintas disciplinas, encontrando restos de animales hoy extintos y de los primeros humanos que habitaron estas tierras.

IMPORTANCIA CIENTÍFICA

Las cuevas y aleros del cerro Benítez son una rica fuente de estudios para distintas ciencias, pues los hallazgos realizados en el área han ayudado a conocer la historia de los últimos 18.000 años de la Patagonia.

La geología ha logrado establecer que enormes avalanchas submarinas dieron origen a las rocas del cerro Benítez; posteriormente, un lago glaciar formó las cuevas y aleros.

Por su parte, la paleontología ha caracterizado la megafauna extinta que habitó este lugar hace 14.500 años; entre ellos, el milodón, un perezoso gigante; la Macrauchenia, similar a un enorme guanaco, y el caballo enano. Estos hervíboros eran depredados por el tigre dientes de sable, la pantera patagónica y el oso. Todos estos grandes animales desaparecieron hace alrededor de 10.000 años, siendo la explicación más aceptada un cambio climático que ocurrió en conjunto con erupciones volcánicas y la llegada de los primeros cazadores.

En tanto, la arqueología ha reconstruido parte de la historia de los primeros habitantes, que llegaron al área hace alrededor de 11.000 años. Desde entonces, el hombre ha poblado este territorio a través de grupos culturales que han ido cambiando con el tiempo; a la llegada de los primeros colonos europeos, este era territorio dominado por el pueblo Aónikenk, nómades perfectamente adaptados a las condiciones climáticas de la Patagonia.